Pastor fue arrestado injustamente y termina predicando a terroristas que aceptan el evangelio
Arturo Marin y su familia, viven en las selvas del norte del Perú en el departamento de San MartÃn. Pastorea la Iglesia Bautista de San Rafael, y ayuda a capacitar a otros pastores en la región.
Pero este pastor, estuvo detenido en la cárcel, acusado en dos ocasiones distintas por delitos criminales que no habÃa cometido. En la primera ocasión, estuvo 9 meses hasta que demostraron su inocencia, acusado de ser complice de las actividades ilÃcitas de su cuñada.
Al salir, comenzó a congregarse en una iglesia bautista. Sin saberlo, serÃa acusado nuevamente de manera injusta , y tendrÃa que soportar la prisión, en una de las peores cárceles de América del Sur. la cárcel de Lurigancho en Lima.
El pastor cuenta su testimonio:
Heart cry - "Inmediatamente después de salir de prisión, comencé a asistir a una iglesia bautista donde pastoreaba un misionero llamado Carlton. Su vida y predicación tuvieron un gran impacto en mi vida. A través del hermano Carlton conocà a un pastor llamado Jonas quien también me ayudó mucho en mi crecimiento espiritual. En 1993, la iglesia de la que yo era miembro inició varias iglesias nuevas, y sentà el llamado de Dios para servirlo como pastor, pero nuevamente Dios tenÃa otros planes.
La misma noche que iba a predicar en la nueva misión, me detuvieron en un control policial y me pidieron mis documentos. La policÃa me detuvo inmediatamente. Al principio, pensé que era por mis antecedentes en la cárcel, pero luego descubrà que la policÃa sospechaba que yo estaba involucrado personalmente con una banda de traficantes de drogas. El año anterior, mis documentos habÃan sido robados y utilizados por terroristas y traficantes de drogas para falsificar sus propias identidades. Como Dios lo hubiera querido, una vez más me encontré en prisión. Me dije que estaba soñando y que no podÃa ser posible. Estaba en el seminario y deseando ser pastor, pero una vez más Dios me envió a uno de los peores lugares del mundo.
Durante los primeros 47 dÃas de mi encarcelamiento, estuve en una prisión que está ubicada directamente debajo del Palacio de Gobierno. Cuando miro hacia atrás, esta fue, además de mi salvación, una de las mejores experiencias de mi vida. Pude ver de primera mano cómo tantas personas necesitan al Señor y la salvación que solo viene a través del Hijo. Pude testificar a cuatro de los principales lÃderes del movimiento “Sendero Luminoso”.
Uno de ellos era ingeniero, otro era profesor de la universidad y los otros dos eran estudiantes. Estaban desesperados porque iban a estar en la cárcel de treinta años a cadena perpetua. Cuando me vieron en la prisión predicando a sesenta o setenta hombres todos los dÃas, comenzaron a ver su gran necesidad de Cristo. Uno de los hombres se me acercó y me dijo que Cristo no podÃa perdonarlo por todas las cosas terribles que habÃa hecho. Fue el segundo al mando del movimiento terrorista “Sendero Luminoso”. Me senté allà y hablé con él hasta las cinco de la mañana, y luego finalmente se derrumbó, llorando como un bebé. Fue salvado por Dios. Más tarde me presentó a otros que estaban en la cárcel por las mismas razones. Algunos de ellos se salvaron y algunos rechazaron el mensaje.
Nunca antes se me habÃa dado la oportunidad de hablar con hombres como estos. Eran intelectuales y terroristas, pero Dios cambió algunas de sus vidas. Hubo dÃas en los que me quedé despierto hasta las dos de la mañana compartiendo las buenas nuevas con estos hombres. Durante esos dÃas no sabÃa mucho de lo que pasaba afuera ni con mi caso, pero después de 47 dÃas me llevaron nuevamente a la peor prisión de Sudamérica en Lurigancho. En esa prisión es común ver muertos todos los dÃas, y la mayorÃa de los internos están sucios y enfermos de tuberculosis.
Antes de ir a prisión, siempre habÃa dudado del cuidado de Dios por mÃ. HabÃa visto sufrir a otros pastores y dudaba de Su cuidado y provisión para mi vida. En prisión, aprendà que nunca tendrÃa que dudar de la fidelidad de Dios. Siempre tuve suficiente comida para dar a los demás en la prisión gracias a mis queridos hermanos y hermanas que venÃan a visitarme y traerme comida. Pude evangelizar a muchas personas e incluso comencé una iglesia en una de las secciones de la cárcel.
Al final resultó que, Dios transformó un infierno viviente en una bendición que cambió mi vida. Pude predicar dÃa y noche y experimentar el gozo de ver cambiadas las vidas de los hombres. Lo que no pudieron hacer las palizas, las rejas y los años de prisión, la Palabra de Dios pudo lograrlo en la vida de los hombres. Muchos de los que se convirtieron ahora también están predicando la Palabra. El tiempo pasó muy rápido porque yo estaba predicando y ministrando todo el dÃa. Antes de darme cuenta, habÃa pasado un año.
En el penal de Lurigancho las autoridades son muy corruptas. Las autoridades me pidieron $3000 a cambio de mi libertad. Me dijeron que a mi abogado le pagaban los narcotraficantes para que mi caso siguiera oculto y yo me quedara en la cárcel. Por estas razones, mi caso no se moverÃa. Después de seis meses de prisión, mi iglesia y mi familia ya no podÃan pagar un abogado. Fue entonces cuando un misionero amigo mÃo se enteró de mi situación, y pudo pagarle a un nuevo abogado para que mantuviera abierto mi caso.
El dÃa que me liberaron de la prisión, estaba predicando un servicio al aire libre a los hombres en prisión. No sabÃa que iba a ser liberado, pero después de mi sermón, las autoridades vinieron y me dijeron que me fuera. Apenas podÃa creer lo que oÃa. Como he dicho antes, algunas personas inocentes pasan años en la cárcel a causa de los abogados corruptos, y las autoridades que utilizan a los inocentes como una forma de ganar dinero. A través de todo esto, Dios me mostró que Él provee para todas nuestras necesidades.
Mientras estaba en la cárcel, habÃa estado orando por la región selvática de San MartÃn, donde nacÃ. Después de la prisión, viajé allà y vi que no habÃa iglesias evangélicas y que no se predicaba la Palabra de Dios. Muchos cultos se estaban mudando al área y me rompió el corazón porque la verdadera Iglesia no estaba haciendo nada. Presenté el proyecto de iniciar una misión en San MartÃn y mi iglesia en Lima me dijo que no podÃan apoyarme, ni participar en este tipo de trabajo, porque se estaban enfocando más en el área de la ciudad. Sin embargo, el Señor finalmente me brindó el apoyo necesario y ahora estoy sirviendo como pastor y misionero en las selvas de San MartÃn".




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